La destrucción de cosechas y naranjos por las nevadas de mediados del siglo XX, llevó a la ciudad a nuevas formas de economía, gracias al empuje del sector empresarial y a la llegada de nuevos obreros, esta vez procedentes en su mayoría del sur de la Península Ibérica.
Metalurgía, material agrícola y sobre todo, una creciente y variada producción azulejera sentarán las bases del futuro económico de la ciudad durante el final del siglo XX y hasta principios del siglo XXI, cuando una nueva crisis económica afecta a las empresas nacidas desde finales del siglo XIX.
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